Tinta/Plumín 20 X 30 cm. Sergio Astorga.

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LA PANTALLA DEL ORDENADOR ES COMO EL INMENSO CIELO A LA ESPERA DE UNA AURORA BOREAL, ES COMO UN ARCO IRIS DE COLORES, COMO UN ECLIPSE O COMO UNA ESTRELLA FUGAZ. A FIN DE CUENTAS ES COMO UN ESPEJO DONDE TE REFLEJAS TÚ Y TUS PENSAMIENTOS. DE ESTA MANERA TE ELEVAS POR ENCIMA DE LOS MISMOS, DEJANDO DE SER PRISIONERO DE ELLOS LLEVÁNDOTE A POSEER UNA ACTITUD MÁS LIBRE CON RESPECTO A LOS DEMÁS, A TI MISMO Y A LA VIDA.

jueves, 26 de agosto de 2010

¿QUIÉN DIJO QUE QUERER ERA LO MISMO QUE AMAR?

12 de febrero de 2009 El amor es limpio y transparente como las aguas cristalinas de dos manantiales que descienden por la ladera y que en su curso irregular van salpicando, como jugueteando, los pequeños matorrales que tropiezan mientras alegran el entorno con los sonidos al saltar de una piedra a un charco.
Los manantiales, se van nutriendo por el camino de otras aguas frescas que ayudan a aumentar sus caudales, convirtiéndose con el paso del tiempo en arroyos de gran fortaleza y llenos de vida.
Las estaciones van y vienen y con ellas las lluvias del otoño y las tormentas y nieves del riguroso invierno que van enriqueciendo los arroyos hasta su total transformación en dos afluentes majestuosos que riegan y hacen frondosos todos los lugares por donde pasan.
No se sabe si es el azar, el destino, la suerte o acaso la casualidad la que hace que los dos afluentes desemboquen en el mismo rio. A partir de la confluencia las aguas se mezclan, pasan unas por encima de otras, es tal la fortaleza de la unión que no hay forma de cambiar su curso continuo. Sin embargo lo que se ha convertido en un ente único tiene dos márgenes u orillas. Estas a veces son totalmente diferentes y cada parte de agua recorre su orilla con alboroto y en ocasiones se puede ver como las aguas trasiegan de una orilla a otra como para contarse al oído lo que han visto. De vez en cuando suele ocurrir, que es tanta la velocidad del recorrido que no hay lugar para esa comunicación. Luego vuelve una zona de meandros y las aguas relajan su ritmo, entonces los ecos fuertes se convierten en susurros.
No es raro contemplar como agentes externos contaminan las aguas y la transparencia se convierte en turbidez, pareciera como si se fuera entristeciendo el paisaje. Es entonces cuando más hace falta la comunicación y la solución. No siempre es fácil recuperar la armonía y algunos ríos nunca llegan a volver a sentir en ellos la vida.
Por último, con la desembocadura en el mar llega el éxtasis. Los susurros dan paso a los fuertes golpes de las aguas contra las rocas y seguido tras desaparecer la blanca espuma solo quedan los sonidos armónicos de las olas en la inmensidad del mar.
¿Quién dijo que querer era lo mismo que amar?

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